EL OBJETIVO DEL PARTIDO DE TENIS

El disfrute del tenis se produce cuando se pone en juego la capacidad de jugar bien y de tener confianza en la técnica, en la táctica, en el estado físico y en la fortaleza mental.
Es decir, es usar esa experiencia propia de tener la capacidad de poder, de creer y de perseverar. Todas estas características dependen del propio jugador pues están dentro de su área de control y son las emociones que sienten los deportistas que creen en sí mismos. En cambio, los que no llegan a estos niveles de confianza, sólo encuentran el disfrute en el resultado, en ganar. Y como ganar no depende de ellos sino que entran en juego muchos factores más, estas personas se vuelven vulnerables a todas las situaciones que atentan contra su ficticia sensación de placer que se encuentra sólo en el ganar.
Para ellos ganar no es la consecuencia de la capacidad y creencia propia en sí mismo y la excelencia puesta en el juego, sino que lo tienen como un fin en sí mismo: si ganan son buenos y si pierden son malos, esa es la medición errónea de su realidad.
Hay una diferencia entre querer ganar con la confianza que será el resultado de desplegar un excelente juego y la desesperación por ganar que surge de la frustración más profunda por no tener la confianza necesaria.
El jugador que llega al máximo nivel de confianza, gane o pierda igual estará contento. No porque no le importe perder sino porque está más allá del resultado. Si cuando pierde llora o se pone muy mal, entonces tiene un camino importante que recorrer para llegar al alto rendimiento.
La obsesión por el resultado es el gran enemigo del deportista, porque la desesperación por ganar le quita las energías para desplegar el propio juego. La impaciencia por vencer es una emoción que surge por la desconfianza en la propia capacidad para desarrollar un juego de alto nivel.
Al no poder ver que siempre hay una nueva jugada o un nuevo partido, se percibe que se acabaron todas las oportunidades y, por lo tanto, sólo queda espacio para entrar en un estado de desesperación.
Cuando un jugador entra en una competencia, su atención se divide en dos objetivos. Por un lado, el resultado y, por el otro, el despliegue de su capacidad al máximo nivel. A pesar de que ambos focos de atención están siempre presentes, el producto final depende de sus proporciones. No es lo mismo un jugador que comienza el juego con un 95% de su concentración abocada al resultado y un 5% al despliegue de su potencial, que a la inversa.
El resultado es un instante que se define cuando el encuentro termina. Allí el tiempo queda congelado, en ese segundo, todo queda afuera del encuentro. El resultado final es una nota o una estadística más que no está incluida en el juego porque en ese momento ya no se puede hacer nada. Lo importante se da durante el partido, que es cuando se puede hacer y es cuando se tiene que dar todo. El trabajo y la energía deben ubicarse en cada uno de los minutos de juego y en el despliegue de las capacidades cuando la pelota está en movimiento. Cuando todo se centra en el resultado final, la mente se desequilibra.
En un encuentro de alto rendimiento se produce una triple tensión: la del resultado, la del juego y la de la mente: la tensión del resultado se produce cuando un jugador gana y otro pierde. La del juego es aquella donde se puede observar con claridad quien está jugando técnicamente mejor, independientemente que esto coincida con el resultado.
Y por último, la tensión mental es la que marca la diferencia del resultado y la calidad del juego, incidiendo en forma directa sobre el comportamiento de las otras dos variables. En el análisis general del partido, el jugador que mantenga una mayor estabilidad mental será quien se termine imponiendo, debido a que lo que se genera es una tensión entre ambos estados mentales, que tiene una altísima influencia sobre el resultado final.
Entre los jugadores esta tensión se capta en forma intuitiva.
Los jugadores con una excelente performance mental, no necesariamente comienzan bien los partidos, porque en la primera fase es la tensión por el resultado y el juego la que marca la diferencia. Pero, a medida que avanza el encuentro la tensión mental se vuelve la prioridad. Por esta razón, quienes ganan esta tensión consiguen el quiebre mental del oponente.
Muchas veces los tenistas una vez que ganan un game o un set se dicen a sí mismos: “vamos cero a cero”, de esta forma tratan de decirse que no deben afectarse por el resultado, aunque de una manera precaria, porque en definitiva lo están considerando. El ideal es que el jugador, más allá de que gane un game o set o no lo gane, siga jugando de la misma manera, al máximo nivel posible.
Si la ansiedad por el resultado no le permite ver al entrenador la dimensión mental de su jugador, el problema casi no tiene solución. Ganar es un derecho que sólo lo tienen aquellos que están dispuestos a perder. Sólo se está preparado para ganar cuando se está preparado para perder.
El jugador invencible no es el que gana siempre, sino el que no tiene miedo de perder. Es el que está dispuesto a arriesgarlo todo, convencido de que lo importante es ser fiel a sí mismo, a su capacidad, a su confianza y a su sistema de juego. El deportista invencible está dispuesto a dar todo y a entregarse al máximo y en eso encuentra su máxima satisfacción.
El típico error radica en creer que se está dispuesto a todo por el resultado, entonces comienzan los discursos del tipo “tengo que ganar” o “no puedo perder”, que son profundamente nocivos para la mente que intenta orientarse al alto rendimiento ya que se está imponiendo inconscientemente una presión adicional.
Lo correcto es tener un auto-diálogo cuando se comete un error: “fallé el drive porque dejé llegar mucho la pelota, la próxima vez anticiparé mejor el golpe”, etc. Es decir, el auto-diálogo no debe ser para auto-presionarse sino para corregir equivocaciones técnicas, tácticas e incluso físicos y mentales, ese el verdadero deportista de alto rendimiento, siempre ser positivo, proactivo y resiliente. Al pensar en mejorar su rendimiento en las cuatro variables mencionadas anteriormente el resultado vendrá por añadidura.
Lo importante es el proceso de superación, no la desesperación de llegar a la meta o al resultado. Esto no significa que al jugador no le importe perder y tampoco que no le interese ganar, sino que el objetivo es manejar la presión y no sentir la carga, la tensión y la exigencia por ganar. Esta visión estratégica de partido ayuda a la puesta en juego de todas las capacidades del jugador.
En una competencia, los jugadores con lo único que se quedan es con la plenitud que sintieron cuando pudieron entregarse al máximo. El resto es anecdótico, pues lo que queda es la intensidad con la que se jugó cada uno de los minutos del partido.
El jugador invencible está lleno de futuro y sabe que si no es en esta oportunidad, será en la próxima; pero tarde o temprano, alcanzará lo que busca. El alto rendimiento exige el suficiente estilo propio para no entrar en parámetros culturales para poder convertirse en alguien que no se sienta afectado ni por el error, ni por el fracaso.
La exigencia social lleva a corresponderse con comportamientos como el hecho de enojarse cuando algo sale mal. Pareciera que si alguien no considera su error y lo deja pasar es un irresponsable. Sin embargo, desde el punto de vista del alto rendimiento, sucede todo lo contrario. Casi todos los deportistas saben qué hacer cuando las cosas salen bien.
Pero en el alto rendimiento, la diferencia la marcan quienes saben tomar decisiones cuando las cosas salen mal. Es la capacidad para manejar el error, para superar el supuesto fracaso lo que diferencia a unos de otros. Quienes están preparados para perder y pueden tolerar los fallos han construido una mente de acero, que el adversario capta y no puede más que rendirse ante esa consistencia del rival, producto de la confianza de que se perseverará hasta el final.
El momento psicológicamente más conflictivo, vulnerable o desafiante, donde se experimenta la máxima presión no es el instante previo a ganar un punto o de perder un punto, sino que es después de haber recibido el punto en contra, debido a que lo difícil es el manejo de la frustración.
El modo en que el jugador resuelva esta situación hablará de su nivel de proceso interno y de su capacidad del manejo del error. Si al recibir un punto en contra se hunde en la bronca o la depresión, se confirma que el juego estaba centrado en el resultado propio de un bajo rendimiento.
Si en cambio, está viendo el próximo punto dentro del juego, más allá de que si lo anterior fue un punto a favor o en contra, se abre a las ventajas que presenta el partido, que es la posibilidad de poder actuar en las próximas oportunidades.
El deporte del tenis es un maremágnum de oportunidades en el que mentalmente hay que saberlas aprovechar así se gane o no el punto anterior.
Hay jugadores que, más allá de no desarrollar un rendimiento óptimo, están totalmente desconectados del resultado y despliegan una perseverancia en el juego que los lleva a intentar jugar al máximo nivel durante todo el partido, sin importarles cuánto tiempo o puntos falten para que termine el partido.
El juego es el resultado de la confianza y la capacidad y ésta a su vez se divide en dos: talento innato y práctica, pero el factor potenciador es la confianza. Existen jugadores que cometen muchos errores pero no les importa, siguen intentando jugar y tratan de corregir sus errores y perseverar en sus condiciones todo el tiempo del partido porque lo que quieren es jugar y disfrutar responsablemente del juego. No volver a cometer errores pasados o no querer que el punto termine mal es el éxtasis del alto rendimiento, aunque técnicamente o tácticamente esté mal.
No sólo no se debe criticar al deportista mientras juega y menos aun cuando acaba de cometer un error, ya que él debe saber perfectamente en qué se equivocó; criticarlo en ese momento sólo puede servir como una descarga de frustración de quien está criticando, y el tenista que ya está con su confianza al límite por el error, se lo termina de liquidar y hundir. Ahora el tenista no sólo sabe que cometió el error sino que se dio cuenta todo el mundo. Lo más importante para el juego es que se olvide del error y pueda centrarse en las próximas jugadas.


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