FEDERER Y NADAL, EN EXTASIS

Pensábamos que nunca volveríamos a verlo. Así que, sentado frente a la tele, estoy como cualquier aficionado al tenis poseído por una sensación de intensísimo privilegio, resultado de la certeza inequívoca de disponerme a presenciar un auténtico acontecimiento histórico: con más de treinta años cada uno, después de varias temporadas de lesiones, dudas, achaques y penalidades y de arrastrarse por las pistas humillados por rivales inferiores a ellos, cuando ya creíamos que sólo les aguardaba un retiro dorado y que sólo íbamos a volver a verlos en revistas de papel cuché o en partidos de exhibición o de beneficencia, Roger Federer y Rafa Nadal, los dos mejores tenistas de la historia, rivales de mil batallas y hombres de nobleza a prueba de derrotas, se hallaban a punto de enfrentarse por enésima vez en una final de un torneo del Grand Slam. Ni el mejor Clint Eastwood hubiera imaginado semejante argumento. Ni siquiera –Dios me perdone– John Ford.
En un ensayo memorable sobre Federer, David Foster Wallace anotó que una de las cosas que las retransmisiones televisivas le roban al tenis de alta competición es la velocidad a la que vuelan las bolas golpeadas por los tenistas. La observación es pertinentísima: si asisten alguna vez a un partido entre tenistas de élite (cosa que recomiendo vivamente), comprobarán que se trata de una velocidad inverosímil; tanta que, a diferencia de un jugador de fútbol o de baloncesto, un tenista no tiene tiempo material de pensar mientras la bola está en juego: a 210 kilómetros por hora, el saque de un tenista invierte 0,41 segundos en recorrer los 24 metros que separan un extremo del otro de la pista, menos tiempo del que se tarda en parpadear rápidamente dos veces. He escrito aquí alguna vez que, a cierto nivel, el tenis se juega con la cabeza, no con los brazos y con las piernas; es verdad, pero no del todo: a cierto nivel, el tenis no es un deporte racional sino irracional, una mezcla milagrosa de automatismo inconsciente y de pura inspiración; a ese nivel, el tenis no es física sino metafísica, lo que explica que por momentos Federer y Nadal no corran sino leviten, la razón es que, mientras juegan, viven en un puro estado de trance, en un éxtasis dilatado. Por lo demás, basta ver jugar durante cinco minutos seguidos a Federer y a Nadal para triturar todos los tópicos que circulan sobre ellos, el principal de los cuales sostiene que Nadal es un tenista físicamente fuerte pero técnicamente flojo y que Federer es un tenista físicamente flojo y técnicamente fuerte, una falsedad fosilizada que jamás habrán oído en boca de un jugador profesional y que sólo pueden haber acuñado tipos que no han cogido en su vida una raqueta. La realidad es que Federer es un prodigio técnico, aunque sus virtudes físicas sean distintas a las de Nadal, y que Nadal es un prodigio físico, aunque su técnica sea distinta a la de Federer. Todo lo demás es verborrea.
En cuanto a la final de Melbourne, no tengo palabras para describirla. Sólo recordaré que al terminar el partido Nadal aseguró que Federer había merecido más que él la victoria y Federer declaró que, si en el tenis existiera el empate, hubiera firmado un empate; lo cierto es que nunca ha importado menos el resultado de un partido de tenis. También recordaré que, mientras lo veía, no recordé a Clint Eastwood ni a John Ford sino a Borges, o más bien un relato de Borges en el que dos teólogos enfrentados de por vida descubren tras su muerte que, en el paraíso, forman una sola persona, y sentí que, para la memoria infinitamente agradecida de quienes amamos el tenis, estos dos genios antagónicos quizá acaben siendo uno solo.

Artículo de Javier Cercas publicado en “El País” y re-publicado en “Clarín” el 5/3/17

LA FILOSOFÍA DE LA CONCENTRACIÓN PLENA EN EL TENIS

LA FILOSOFÍA DE LA CONCENTRACIÓN PLENA EN EL TENIS

Para el tenista como ser humano calificado y entrenado, cada partido de tenis consta de dos partes:
Un juego exterior, en el cual se compite contra un adversario externo para superar obstáculos externos y alcanzar una meta externa.
Un juego interno, cuya competencia se realiza en la mente del jugador con rivales tales como la falta de concentración, la ansiedad, el nerviosismo, la falta de seguridad y confianza y la excesiva auto crítica.
Un buen juego externo con un deficiente juego interno inhibe la excelencia en el desempeño deportivo.
El tenis es mental, todas las dificultades y aciertos se originan desde la psiquis. La tendencia de los tenistas es pensar demasiado antes y durante la ejecución de los golpes.
Los tenistas se esfuerzan mucho en controlar los movimientos y se preocupan excesivamente en los resultados de sus acciones y en cómo puede afectar su imagen con tenista.
Resumiendo, el jugador se preocupa demasiado por cuestiones externas desde su interior y por eso no se concentra lo suficiente.
El deportista, y, especialmente el tenista maneja el “yo” externo, yoex, quien es el ego mental consciente que le gusta decirle permanentemente al “yo” interno, yoin, cómo tiene que ejecutar los golpes.
La clave para jugar un tenis espontáneo y de alto nivel radica en resolver la falta de armonía que suele existir entre estos dos “yoes”.
Esto requiere el aprendizaje de varias habilidades interiores, especialmente en el arte de abandonar los juicios sobre uno mismo; dejar que sea el “yoin” el que ejecute los golpes, reconocer el proceso natural de aprendizaje y confiar en él, y, sobre todo, ganar algo de experiencia en el arte de la concentración relajada.
El “yoin” constituyen las capacidades interiores que no solo afectan extraordinariamente la ejecución de los golpes, “yoex”, sino que son válidas en sí misma y aplicables a muchos aspectos de la vida diaria.
Los dos “yoes” deben estar completamente equilibrados, sintonizados y sincronizados para lograr una tendencia positiva hacia la excelencia como tenista.

REFLEXIONES SOBRE SU APLICACIÓN
LA TÍPICA CLASE DE TENIS
El reclamo más común de los deportistas y en general de los tenistas, es: “el problema no es que no sepa qué hacer, el problema es que no hago lo que sé!!!”
Entonces, la cuestión es desarrollar esas habilidades del “yoin” sin las cuales llegar a ser tenista de alto rendimiento resultaría imposible lograrlo.
Así, en la enseñanza del tenis, frecuentemente hay un exceso de instrucciones verbales que hace que disminuyan las probabilidades de que se produzca el tipo de corrección deseada.
Es necesario que todos los buenos profesores y todos los alumnos aprendan con las imágenes, son mejores que las palabras, mostrar es mejor que contar, muchas indicaciones son peores que ninguna e intentar esforzarse muchas veces produce resultados negativos.

JUGAR AL TENIS DESDE AFUERA DE LA MENTE
Jugar inconscientemente no quiere decir que se esté jugando sin conciencia y sin memoria. Una persona puede estar plenamente consciente pero no estar pensando ni tampoco está intentando esforzarse demasiado. Sabe dónde quiere poner la pelota pero no se esfuerza en colocarla allí.
¿Cómo puede el tenista estar conscientemente inconsciente? El jugador parece inmerso en un flujo de energía que le proporciona más poder y precisión.
La mente del jugador que está inconsciente se encuentra tan concentrada que se halla en “calma”. Su mente constituye una unidad con la actividad del cuerpo y las funciones inconscientes o automáticas están operando sin la interferencia de pensamientos.
Cuando el tenista se encuentra en este estado no hay nada que impida la plena expresión de su potencial para actuar, aprender y disfrutar.
Desarrollar la capacidad para acercarse a éste estado es el objetivo primordial del “yoin”; el dominio del arte de la “concentración sin esfuerzo” tiene un gran valor para perfeccionar el juego o para lograr cualquier cosa en la vida diaria.

EL DESCUBRIMIENTO DE LOS DOS “YOES”
La gran mayoría de los tenistas están siempre hablando consigo mismos. Obviamente, el “yoex” y el “yoin” son entidades distintas o no podría haber ninguna conversación.
Por consiguiente, dentro de cada jugador existen dos “yoes”. El “yoex” parece dar órdenes, "habla"; el otro, el “yoin”, parece ejecutar esa orden, "actúa".
Dentro de cada jugador, el tipo de relación que existe entre el “yoex” y el “yoin” es el factor principal para determinar la capacidad para convertir el conocimiento de la técnica en acción efectiva.
La clave para progresar en el tenis reside en mejorar la relación entre el “yoex”, que habla y ordena, y las capacidades naturales del “yoin”, que actúa y ejecuta.
LA TÍPICA RELACIÓN ENTRE EL “YOEX” Y EL “YOIN”
El “yoex” no confía en el “yoin”, a pesar de que éste encarna todo el potencial que se ha desarrollado hasta ese momento y está mucho más capacitado para controlar el sistema muscular que el “yoex”.
El problema capital que encarna el “yoex” radica en que, al pensar demasiado y al esforzarse tanto, ha creado mucha tensión y mala coordinación muscular en el cuerpo.

“INTENTAR ESFORZARSE MUCHO”: UNA DUDOSA VIRTUD
La unión de estos dos “yoes” en el tenis implica el aprendizaje de varias habilidades interiores:
- Aprender a crear la imagen más clara posible del resultado deseado.
- Aprender a confiar en que el “yoin” rendirá al máximo y a sacar una enseñanza tanto de los éxitos como de los fracasos.
- Aprender a ver sin juzgar, es decir, a ver lo que está sucediendo sin juzgar si está bien o mal.
Sin embargo, todas las anteriores aptitudes son secundarias con respecto a la capacidad principal: el arte de adquirir la concentración relajada.

LA CONCENTRACIÓN RELAJADA
SILENCIAR EL “YOEX”
El constante flujo de pensamientos del “yoex” es el que interfiere en el funcionamiento natural del “yoin”. La raqueta impacta con la pelota mediante un proceso que no parece requerir la intervención del pensamiento.
Hay conciencia de ver, oír y sentir la bola, pero el jugador parece “saber” qué hacer sin tener que pensar. Técnicamente hablando se llama mente egoica.
Un ejemplo práctico: cuando estoy preparando el cuerpo y los brazos para golpear la bola y en ese instante empiezo, en milésimas de segundos a reflexionar, a deliberar y conceptualizar, se pierde la inconsciencia original y el pensamiento interfiere…… la pelota ha sido impactada defectuosamente y el sitio donde yo quería ubicar la bola se me “mueve”.
El cálculo, que es en verdad una operación equivocada, ha intervenido.
El hombre es un animal pensante pero sus grandes obras han sido realizadas cuando no estaba calculando ni pensando. Hay que recuperar una cierta inocencia infantil.
La poesía más bella nace en el silencio. Las grandes obras de arte surgen de las silenciosas profundidades del subconsciente, y, también, las verdaderas expresiones de amor brotan de una fuente que está más allá de las palabras y de los pensamientos.
Sucede lo mismo con los grandes logros deportivos: aparecen cuando la mente está tan silenciosa y tranquila como un lago de cristal.
Son “experiencias cumbres”, son momentos placenteros, casi de éxtasis. La mente no actúa como una entidad separada que nos dice lo que tenemos que hacer o critica la forma en que lo hacemos. La mente está en silencio, el tenista y ella están “unidos” y la acción fluye tan libremente como un río.
El máximo rendimiento requiere de una “desaceleración mental”: menos pensamiento, menos cálculo, menos juicio, menos preocupación, menos miedo, menos expectativa, menos intento por esforzarse, menos lamentación, menos control, menos nervios, menos distracción.
La mente está en calma y en silencio cuando está totalmente en el “aquí y ahora”; y, en perfecta unidad con la acción ejecutada y el ejecutor de esa acción.
El objetivo del “yoin” es aumentar la frecuencia y la duración de ésos momentos, acallar de forma progresiva la mente y alcanzar así una expansión continua de nuestra capacidad para aprender y actuar.
Conseguir acallar la mente es un proceso gradual que implica el aprendizaje de varias habilidades interiores. Estas habilidades son realmente un arte, el arte de olvidar los hábitos mentales que hemos adquirido desde la infancia.
La primera habilidad que tenemos que aprender es la de abandonar nuestra tendencia a juzgar nuestro desempeño como “bueno” o “malo”. Cuando “des-aprendamos” nuestra tendencia a emitir juicios, podremos alcanzar un tipo de juego espontáneo y concentrado.

DEJAR DE JUZGAR
Ninguno de los dos juicios emitidos por los jugadores, “bueno” o “malo”, son atributos del “golpe en sí”; más bien son evaluaciones “agregadas” a ése evento según las reacciones individuales de cada uno.
El juicio es el acto por el cual se asigna un valor positivo o negativo a un evento. Por lo tanto, los juicios son las reacciones personales de nuestro ego a todo lo que experimentamos: objetos visuales, sonidos, pensamientos y sentimientos.
El problema estriba en que es el juicio el que da inicio al proceso del pensamiento. Una vez la mente hiper-critica ha creado una identidad basada en sus juicios negativos, la interpretación seguirá escondiendo el verdadero potencial del “yoex” hasta que el embrujo hipnótico se rompa.
Es decir, comenzamos a convertirnos en aquello en lo que pensamos.
En la tradición de la medicina china, los pacientes van a ver al doctor cuando están bien y se espera que el doctor los mantenga así.
De la misma forma, debería ser posible, y mucho menos frustrante, acudir al profesor con la técnica que fuere, drive, revés, sin agregar ningún juicio sobre si es “bueno” o “malo”. Dejar de emitir juicios no quiere decir ignorar los errores.
Quiere decir simplemente ser consciente de las cosas tal como son, sin agregar nada. Si el juicio no fuese nada más que esa calificación, y no hubiese posteriores reacciones del ego, la interferencia sería mínima.
Pero, desgraciadamente, el tipo de calificaciones más frecuentes suele llevar a reacciones emocionales y, luego, a tensión muscular, intentos por esforzarse mucho, autocríticas, etc.
Este proceso de juicio puede reducirse usando palabras estrictamente descriptivas para hacer comentarios sobre lo visto.
El juicio produce tensión, y la tensión interfiere en la fluidez que requiere el movimiento preciso y rápido. La relajación produce golpes fluidos y es el resultado de aceptar los golpes tal como son, incluso, si resultan erráticos.
Los errores que cometemos pueden considerarse una parte importante del proceso de desarrollo.
En este proceso, nuestro juego progresa mucho gracias a los errores, incluso, los “bajones” son parte de ese proceso; no son “malos”, pero pueden extenderse por mucho tiempo mientras los consideremos algo “malo” y nos identifiquemos con ellos.
Generalmente, lo primero que hace falta es lidiar con los conceptos negativos que inhiben el proceso innato de desarrollo.
El primer paso es visualizar los golpes tal como son. Tienen que ser percibidos con claridad. Esto sólo puede hacerse cuando el juicio personal está ausente.
Apenas un golpe es visto con claridad y aceptado tal cual es, un rápido proceso de cambio inicia su marcha. Cuando la mente se halla libre de todo juicio y pensamiento, está en silencio y actúa como un espejo. Entonces, y sólo entonces, podemos ver las cosas tal como son.

DESCUBRIMIENTO DEL APRENDIZAJE NATURAL: LA CONCIENCIA DE AQUELLO QUE ES
En el tenis hay dos cosas importantes que es necesario saber: la primera es, ¿dónde está la pelota?; y, la segunda es, ¿dónde se encuentra la cabeza de la raqueta?.
Se llega a saber la posición de la pelota gracias a que uno la observa; de la misma forma, no hace falta pensar acerca de dónde “debería” estar la cabeza de la raqueta. Es preciso sentirla.
Ese sentir informará dónde está la cabeza de la raqueta. Saber dónde “debería” estar no es lo mismo que sentir dónde está. “Sentir” dónde está es saber dónde está.
Para ver las cosas tal como son, debemos quitarnos las gafas de juez. Hacer esto ayuda a liberar un proceso natural de desarrollo que es tan sorprendente como hermoso.
La mente hiper-crítica se siente incómoda sin tener una norma para lo que está bien y para lo que está mal, y crea una norma propia.
Entre tanto, dejamos de prestar atención a “aquello que es”, para dedicarnos al intento de hacer bien las cosas. Sin embargo, existe un proceso natural de aprendizaje que opera en todo el mundo, si se le permite.
Este proceso está a la espera de ser descubierto por todos los que ignoran su existencia. Para descubrir este proceso de aprendizaje natural, hace falta abandonar el antiguo hábito de “corregir” los defectos, es decir, es necesario abandonar el juicio y ver qué pasa.

¿Y QUÉ HAY DEL PENSAMIENTO POSITIVO?
El “yoex” siempre está buscando aprobación e intentando evitar la desaprobación. Esta sutil mente egoica ve cada elogio como una crítica en potencia. Ha establecido una norma que dicta lo que está bien y lo que está mal, y la consecuencia inevitable será una concentración dividida por la interferencia del ego.
Las evaluaciones positivas y las negativas van juntas. Es imposible juzgar un hecho como positivo sin juzgar otros hechos como no-positivos o negativos. Es imposible eliminar únicamente el lado negativo de todo juicio.
Al eliminar el juicio, no se está evitando ver “aquello que ES”. Eliminar el juicio quiere decir que no se le agrega ni se le quita nada a los hechos que uno presencia. Las cosas aparecen tal como son, sin distorsiones. De esta forma, la mente logra una mayor calma.
El “yoex”, la mente egoica, quiere ser el responsable de “mejorar” las cosas. Quiere desempeñar un papel protagonista en cómo se desarrollan las cosas. Y él es el que se preocupa y sufre cuando las cosas no salen como él quiere.
Existe un proceso alternativo en el que las acciones fluyen espontánea y sensatamente sin la presencia de una mente egoica que este siempre persiguiendo lo que es positivo e intentando reformar aquello que es negativo.
La primera habilidad que hay que desarrollar en el “yoin” es la de la “conciencia libre de juicio”.
Cuando conseguimos “des-aprender” nuestra tendencia a juzgar, descubrimos, generalmente con cierta sorpresa, que no necesitamos la motivación de un reformador para cambiar nuestros “malos” hábitos.
Existe un proceso más natural para aprender y actuar que se encuentra a la espera de ser descubierto. Esta listo para mostrarnos lo que puede hacer cuando se le deja operar sin la interferencia de los esfuerzos conscientes del “yo” que todo lo juzga.
No todos los comentarios son juicios. El reconocimiento de los puntos fuertes, de los logros y esfuerzos, puede facilitar el aprendizaje natural, a diferencia de los juicios, que sí representan una interferencia.
El reconocimiento y el respeto por las propias capacidades ayudan a aumentar la confianza en el “yoin”. Los juicios del “yoex”, por el contrario, pretenden manipular y menoscabar esa confianza.

LA CONFIANZA EN EL “YOIN”
¿Quién o qué es el “yoin”? El primer paso para crear una mayor armonía entre la mente egoica y el cuerpo, es decir, entre el “yoex” y el “yoin”, consiste en dejar de juzgarse a sí mismo.
Cuando se da este primer paso, aparece la confianza, y finalmente puede surgir ese básico pero elusivo ingrediente de todo máximo rendimiento: LA SEGURIDAD EN SÍ MISMO.
El “yoin”, es decir, el cuerpo físico, incluyendo el cerebro, la memoria, consciente e inconsciente, y el sistema nervioso, agrupa toda una increíble serie de potencialidades.
Posee una inteligencia interior realmente asombrosa. Lo que esta inteligencia no sabe, lo aprende con pasmosa facilidad. Usa miles de millones de células y de conexiones neuronales en cada acción.
Estos datos no tienen más que un propósito: alentar al lector a respetar al “yoin”. Pues, en la inteligencia silenciosa inherente a todas las acciones del “yoin”, se disolverán las innecesarias órdenes, críticas y tendencias controladoras a las que suele dedicarse la mente que carece de concentración.

CONFÍA EN TI MISMO
La desconfianza del “yoex” con el “yoin” es lo que causa tanto la interferencia del “intentar esforzarse demasiado” como la de dar demasiadas órdenes.
En el tenis, confiar en el cuerpo quiere decir dejar que sea el cuerpo el que golpee la pelota. La palabra clave es “dejar”. Confiar en la capacidad del cuerpo y dejar que maneje la raqueta. El “yoex” se mantiene al margen.
“Dejar” que ocurra no es lo mismo que “hacer” que ocurra. No es “intentar” esforzarse. No es controlar los golpes. Todas estas son acciones del “yoex”, que toma el timón porque desconfía del “yoin”.
Esta intervención del “yoex” es la que produce tensión muscular, golpes rígidos, torpeza en los movimientos, dientes apretados y músculos faciales contraídos.
Frecuentemente, durante el peloteo inicial, confiamos en nuestro cuerpo y lo dejamos actuar porque la mente egoica se dice a sí misma que el peloteo no cuenta.
Pero, una vez que comienza el partido, el “yoex” asume el control; en los puntos cruciales comienza a dudar de la capacidad del “yoin” para hacerlo bien.
Cuanto más importante sea el punto, más intentará el “yoex” controlar el golpe, y es justamente entonces cuando se produce el “agarrotamiento”. Los resultados son casi siempre decepcionantes.

PROCESO DE AGARROTAMIENTO
Un músculo es un mecanismo que posee solo dos estados, contracción o relajación. La diferencia existente entre apretar fuerte la raqueta y sostenerla con soltura reside en el número de músculos que han sido contraídos.
Cuando se usan más músculos de los necesarios, no sólo se produce una pérdida de energía, sino que ciertos músculos contraídos interfieren en la necesidad de relajación que tienen otros músculos. De esta manera, el “yoex” interfiere con la sabiduría del cuerpo.

UNO NO ES EL JUEGO. UNO NO ES EL CUERPO
Hay que confiar en la capacidad del cuerpo para aprender y para jugar, y en poco tiempo va a rendir mucho más allá de las expectativas previas.
Hay que “dejar” que la flor crezca. Para ello, es muy importante sentir la diferencia existente entre “obligarse” a uno mismo a hacer algo y “dejar” que ocurra.

DEJA QUE OCURRA
Las acciones del “yoin” están basadas en la información que ha almacenado en su memoria sobre los actos propios que ha realizado en el pasado o sobre acciones que ha observado en otras personas.
Cada vez que se ejecuta un golpe, sea correcta o incorrectamente, la memoria del “yoin” está recabando valiosas informaciones y almacenándolas para futuros usos.
A medida que se practica, el “yoin” refina y aumenta esa información almacenada. Todo el tiempo está aprendiendo cosas nuevas. Recordará cada acción ejecutada y sus consecuencias de acuerdo al nivel de atención y de alerta demostrados por uno mismo.
Simplemente, absorbe “visualmente” la imagen que tiene frente a él. Para el “yoin”, una imagen vale más que mil palabras. El “yoin” aprende observando lo que hacen los otros, así como haciendo las cosas él mismo.

LA COMUNICACIÓN CON EL “YOIN”
Es necesario establecer una nueva relación con el “yoin”. La nueva relación tiene que basarse en el respeto y en la confianza. El cambio puede comenzar con un cambio de “actitud”.
La alternativa sería “apreciar” al “yoin”. Esta sería una actitud de respeto basada en el reconocimiento de la inteligencia natural y de las capacidades del “yoin”.
A medida que uno vaya aumentando el respeto por el “yoin”, los pensamientos y los sentimientos derivados de una actitud crítica y controladora tenderán a desvanecerse y la sinceridad del “yoin” podrá emerger.
Existen tres métodos básicos para comunicarse con el “yoin”, pues, para una buena comunicación, resulta esencial que utilicemos el lenguaje más adecuado.
La lengua materna del “yoin” son las imágenes: las imágenes sensoriales. Los movimientos se aprenden mediante imágenes visuales y sensoriales.
Los tres métodos de comunicación se refieren al envío de mensajes mediante imágenes visuales y sensoriales. Estos mensajes tendrán por objeto producir ciertos resultados que serán considerados deseables.

PEDIR RESULTADOS
Crear una imagen lo más clara posible del resultado deseado es un método extremadamente útil para comunicarse con el “yoin”, especialmente cuando se juega un partido.
Es posible mantener en la mente la imagen de adónde quiere uno que vaya la pelota para luego dejar que el cuerpo haga lo necesario para mandarla hasta allí.
Para ello, es esencial confiar en el “yoin”. El “yoex” debe estar relajado, debe abstenerse de dar órdenes sobre cómo hacer las cosas y evitar cualquier esfuerzo por controlar el golpe.
A medida que el “yoex” aprenda a dejarse ir, emergerá una creciente confianza en la capacidad del “yoin”.

PEDIR UNA CORRECTA EJECUCIÓN
Es vital darle al “yoin” una imagen que pueda imitar. El único papel del “yoex” es el de quedarse tranquilo y observar los resultados con desapego.

DOS EXPERIMENTOS
No sólo es importante comprender intelectualmente la diferencia que existe entre “dejar” que ocurra y “hacer” que ocurra sino también “experimentar” esa diferencia. Experimentar la diferencia es conocer la diferencia. Para ello, dos experimentos:
1. Se trata de acertar a un blanco inmóvil con una pelota de tenis. Hay que colocar un tubo de pelotas de tenis en la esquina del cuadro de servicio correspondiente a una devolución de revés.
Luego, hay que buscar la forma de ejecutar el servicio que permita acertar al tubo con la pelota. Para lograrlo, será preciso no “pensar” en acertar al tubo, no “intentar” acertar al tubo.
Habrá que “pedirle” al cuerpo, el “yoin”, que haga lo que tenga que hacer para acertar al tubo. Luego, “dejar” que lo haga. No debemos intentar controlar nada ni corregir ningún supuesto mal hábito.
Sólo confiar en que el cuerpo lo logrará. Tenemos que liberarnos de cualquier reacción emocional con respecto al éxito o al fracaso.
Simplemente, ser conscientes de cuál es el objetivo y observar imparcialmente los resultados. Si uno realmente no “intenta” acertar al tubo, y no “intenta” corregir los errores sino que enfoca toda su confianza en el cuerpo y en su ordenador, será factible que el servicio logre corregirse a sí mismo.
Comprobaremos que realmente existe un ‘yoin” que está actuando y aprendiendo, sin que haga falta decirle lo que tiene que hacer.
Naturalmente, el “yoex” es un entrometido y es muy difícil evitar que interfiera aunque sea sólo un poco, pero, si logramos acallarlo un poco, podremos ver al ‘yoin” en funcionamiento, y nos asombraremos de sus habilidades innatas.
2. Se trata de la elección de algún cambio que se quiera producir en un golpe. Para ello, será preciso no “intentar” cambiar el golpe; simplemente, hay que observarlo. No hay que analizarlo, sólo observarlo con cuidado; sentir dónde está la raqueta en cada momento.
Se pueden producir cambios mientras observamos imparcialmente el movimiento, pero, si resulta necesaria alguna corrección adicional, entonces hay que “crear una imagen mental de la forma deseada”. Imaginar exactamente aquello que queremos que el “yoin” haga.
Proporcionarle una clara imagen visual, y observarla detenidamente. Al repetir el proceso, “sentiremos” el verdadero significado de mover la raqueta de diferente manera.
En consecuencia, nos concentraremos en las líneas curvas que tiene la pelota de tenis y “dejaremos que el golpe ocurra por sí mismo”.
Luego, “observemos” lo ocurrido. Será fundamental no analizar, sólo observar lo cerca que haya estado el ‘yoin” de conseguir lo que uno quería. C
Continuemos en este proceso, dejando que el “yoex” se relaje cada vez más con cada golpe. Descubriremos que se puede confiar en el “yoin”. Hábitos enraizados pueden alterarse en unos minutos.

PEDIR CUALIDADES
La mayoría de los tenistas se hipnotizan a sí mismos de forma tal que interpretan el papel de un jugador mucho peor del que en realidad son. Se pueden obtener resultados interesantes realizando una interpretación diferente.
La mayoría de los jugadores se encasillan en un cierto tipo de juego del cual no suele salir. Algunos adoptan un estilo “defensivo”, esperan a que su oponente cometa un error y lo van desgastando poco a poco con una paciencia infinita.
El estilo opuesto es el “ofensivo”, en su forma extrema, intenta ganar el punto con cada golpe. Una tercera categoría de juego es la del jugador “estético”, prefieren exhibir formas perfectas más allá de enfocarse en ganar el partido.
En contraste, hay un estilo de juego “hiper-competitivo” en el que el jugador hará cualquier cosa con tal de ganar, buscará explotar cada debilidad del oponente, sea mental o física.
A modo de experimento, sería muy fructífero adoptar el estilo más opuesto al personal. Entonces, el jugador defensivo aprenderá que es capaz de ejecutar un golpe ganador; el jugador agresivo descubre que también puede jugar con estilo.
Cuando los jugadores rompen con su estereotipo, pueden extender en gran medida los límites de su estilo y explorar aspectos reprimidos de su personalidad.
A medida que van accediendo a las variadas cualidades del “yoin”, se comienza a descubrir que uno puede hacer uso de cualquiera de ellas y escoger la que sea más adecuada para cada situación, dentro o fuera de la cancha de tenis.
Dejar de juzgar, “dejar que ocurra” y la creación de imágenes son tres de las habilidades básicas del “yoin”.


Extraído de "Cancha de Tenis"